Algún tiempo atrás, cuando leí este cuento por primera vez sentí que sus palabras estaban dirigidas hacia mí; pues yo solía ser un tanto impaciente.
Lamentablemente, la carencia de paciencia nos puede llevar a tomar decisiones imprudentes, actuar de manera poco hábil y hasta perder oportunidades. Por eso, con la intención de invitarte a tener otra mirada en relación al acto de esperar y ser paciente, en este artículo te traigo el cuento «El bambú japonés».
Vamos a leerlo y reflexionar.
El bambú japonés: Cuento
Todos los días al salir del colegio, Yasú visitaba a su abuelo para acompañarle en la hora del té. Este era un momento muy divertido para ella, ya que Danno (que así se llamaba su abuelo) le contaba muchas historias, le enseñaba juegos y le leía poemas.
Pero ese era un día particularmente especial. ¡Yasú cumplía 10 años! y su abuelo siempre conseguía sorprenderla con un regalo muy especial.
Tras tomar el té y leerle su poema favorito, Danno sacó del bolsillo de su pantalón una pequeña bolsa hecha con cuerda de pita para entregársela a Yasú. Ella, con una amplia sonrisa en la cara procedió a abrirla para descubrir que había en su interior. Seguidamente miró a su abuelo y le preguntó: ¿Son semillas, verdad?
Y así era, 7 semillas de bambú; pero de un bambú especial…
Danno explicó a Yasú que para poder disfrutar del regalo tendría que ser muy cuidadosa y constante, llevando a cabo los siguientes pasos, día tras día:
*Busca un espacio en el patio dónde solo vayan a estar plantadas estas semillas.
*Haz un agujerito para cada una de ellas y tápalo. Recuerda que será necesario hacer un pequeño montículo de arena en cada sitio donde hayas plantado una de estas semillas.
*Todas las mañanas, cuando te levantes, deberás regar con abundante agua cada uno de esos montículos (a no ser que esté lloviendo).
*Pase lo que pase, no olvides ser constante. ¡De esto depende tu regalo!
A Yasú esta última frase le creó cierta incertidumbre. Y al preguntarle a su abuelo por el último punto de las instrucciones, este contestó: «Cada cosa a su tiempo».
Al llegar a casa, Yasú busco el mejor sitio de su patio para plantar las semillas que llevaba en la bolsa. Hizo 7 agujeros para meter en cada uno de ellos una semilla y las cubrió sin olvidarse de hacer encima de cada uno de ellos el montículo de arena.
A la mañana siguiente, antes de ir al colegio; Yasú regó en abundancia las semillas (tal y como le había dicho su abuelo) y repitió esta acción a lo largo de siete días, con la esperanza de ver asomar un pequeño brote del magnífico bambú. El tiempo transcurría y Yasú seguía regando cada mañana los pequeños montículos de arena que había en su patio. Pero allí no pasaba nada.
Ella, consciente de la sabiduría de Danno; continuó con el ritual y así, pasaron 2 semanas, 3 semanas, un mes… ¡Y allí no pasaba nada! Pero Yasú siguió regando las semillas (sabía que su abuelo nunca mentía y que el bambú estaría a punto de asomarse).
Y así pasaron 2 meses, 3 meses, 4 meses, 5 meses… ¡Un año! Y en aquellos montículos, seguía sin aparecer nada.
Fue ese el momento en el que Yasú empezó a dudar de su acierto con los pasos que su abuelo Danno le aconsejó. Pensaba que tras un año de cuidados, esas semillas tendrían que haber germinado y al menos deberían asomar un poquito en lo alto de cada montículo.
¡Pero este hecho no la detendría!
Así pasaron 2 años, 3 años, 4 años y … ¿Dónde están los pequeños brotes que Yasú está esperando? ¿Se habrán muerto las semillas a causa del riego diario?
Su abuelo siguió aconsejándole, y le prometió que si seguía los pasos que le dijo hace ya 5 años, se encontraría ante una maravilla de la naturaleza. Por lo que Yasú, retomó fuerzas y continuó con el cuidado de su regalo de cumpleaños.
El transcurso del sexto año fue muy largo. Pero al llegar al séptimo cumpleaños de las semillas, Yasú pudo ver emocionada siete pequeños brotes verdes de bambú japonés. Y lo más asombroso fue que en un periodo de tan solo seis semanas ¡La planta creció más de 30 metros!
Durante este tiempo, el bambú japonés se encargó de generar un complejo sistema de raíces que le permitiría sostener el crecimiento que iba a tener después de esos 7 largos años.
Entonces, el bambú sí estaba creciendo; pero internamente, en silencio, construyendo una sólida base que en el futuro le sería necesaria para mantenerse en pie. Si Yasú no hubiese sido paciente ni confiado en su abuelo, no hubiese logrado cosechar nada. Yasú supo ser paciente, escuchó, confió y se mantuvo constante. Tiempo después, su cosecha llegó; y ésta fue excepcional. Ciertamente, la enseñanza que nos brinda este cuento aplica para todas las áreas y proyectos en la vida.
No obstante, a tu parecer, ¿Cuán beneficioso resulta actuar con paciencia? Te invito a dejar tu respuesta en la casilla de comentarios. Me encantará conocer tu punto de vista.
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Reconocimiento
- El cuento presentado en esta publicación ha sido encontrado en el siguiente enlace https://terceraedadyvejez.files.wordpress.com/2013/10/comunidad-japonesa.pdf
- El recurso gráfico empleado en el artículo es de la autoría de Storyset, y ha sido descargado de la plataforma de Freepik. El video que se muestra en la publicación fue diseñado con Canva.
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